I’m a zorra girl

Las mujeres de la generación X, también llamadas, erróneamente, boomers, fuimos la primera generación de mujeres en España a las que no nos obligaron a hacer la comunión. ¡Vestidas de princesas! Tampoco nos envalentonemos tanto… También fuimos las primeras que nos sacamos la parte de arriba del bikini y pusimos nuestros pechos a tostar al sol al grito de libertad. Entonces aún pensábamos que la capa de ozono y la democracia siempre nos protegerían. Hacer topless dejó de ser delito en 1989.

Y también fuimos las primeras que no tuvimos que ir a Londres para abortar. Cuatro años antes, en 1985, se había aprobado la primera ley de derecho al aborto en el Estado español. Ambos hitos, el topless y el aborto, tuvieron lugar bajo el mandato de Felipe González.

Sí, me refiero a ese pobre señor que hace poco hizo el ridículo ante medio mundo diciendo barbaridades sobre las energías renovables. A cambio de dinero, supongo. El alma ya se la había vendido cuando engatusó a todo un país para que votara que sí en el referéndum de la OTAN. Digo engatusó porque había ganado las elecciones con el lema “No a la OTAN”. Ya me di cuenta yo antes de la pubertad que el pueblo tiene de soberano lo mismo que un rebaño de ovejas sumisas.

Desde entonces ha llovido mucho. No sé yo si esta es la mejor frase hecha para utilizar a día de hoy. Lo digo por la sequía y tal. Pero me estoy yendo por las ramas. Yo quería hablar de feminismo y ya veo que me he convertido en la abuela cebolleta, aquí escribiendo historias sobre fechas demasiado pasadas que sé con toda seguridad que no interesen a nadie que haya cursado la ESO. Y que, probablemente, no interesen a nadie. Punto.

Volvamos al feminismo. Siempre me he considerado una mujer feminista y sin embargo intuyo que el papel de las mujeres de mi generación en la lucha y el debate feminista actuales ya no tiene cabida. Ni sentido. No sentimos que sea nuestra lucha. Al menos, yo no lo siento.

No comparto la tendencia de muchas abanderadas del nuevo feminismo de criminalizar a todos los hombres por el simple hecho de serlo, ni tampoco comparto la necesidad de desmaculinizar el lenguaje indiscriminadamente y sin ningún objetivo realmente inclusivo, mas allá de hacer acabar todas las palabras en “a”. O lo que es peor. En “e”.

Crecí sin madre. Y mi padre, sin ser perfecto ni muy moderno, fue un modelo de vida a seguir. Con mi marido hemos aprendido juntos a respetarnos y a querernos. Mi hijo tiene toda la vida por delante y sé que no le gusta que las ministras le llamen violador o acosador. Aunque sea potencial. Es feo. Mi hijo no. Feo lo otro.

Defiendo que se aprueben leyes para luchar contra la violencia de género. Aplaudo las medidas de protección hacia las posibles víctimas de abusos sexuales. Animo a acabar con la brecha salarial. Pero no miraré hacia otro lado ante las posiciones de poder que ejercen muchas mujeres en el seno de sus hogares, perpetuando los roles asignados a sus maridos y a sus hijos e hijas. La sororidad no debería ser un cheque en blanco.

Y la verdad, me parece un poco hipócrita y sesgado el debate feminista sobre la letra de la canción de Eurovisión. Diría que las feministas de hoy en día se lo toman todo, incluso lo banal, demasiado a pecho. Ojo, entiendo el discurso sobre la connotación negativa que la palabra zorra pueda tener y pienso que es lícito que si te ofende no la cantes. Personalmente me parecería mucho más vergonzoso tararear ‘I’m a barbie girl’. Y más sabiendo que la canción ya venía hecha con ironía. Pero pa gustos, los colores.

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