Aprender de los argentinos

Hace tiempo que no leo periódicos ni miro la televisión en abierto (ni noticieros, ni revueltas ni hormigueros). Razones tengo muchas. La primera fue la decisión de desintoxicarme. De hacer un reset y empezar de cero para poder desarrollar un nuevo sentido crítico. El anterior se había ido desvirtuando con tanto input.

La segunda razón es la enorme pereza que me despiertan (¿oximoron?) los opinadores, los políticos y sobre todo los “periodistas”. El nivel de intrusismo en el  mundo del periodismo es tan desproporcionado que  carece de sentido apelar a su código deontológico para que los profesionales realicen mejor su trabajo.. Dudo que muchos de los que se hacen llamar periodistas sepan de la existencia de dicho código deontológico. Y aún diría más, dudo que muchas de esas personas sepan lo que es un código deontológico. 

Rebobinemos. Pues resulta que mi única fuente de información para saber lo que se cuece se limita a las noticias que me sugiere Mr Google ( aka God), a las historias que ocasionalmente menciona mi marido argentino (aka Mariano) y a los temas que abordan algunos cómicos en sus rutinas de stand up.  

Imagino lo que estáis pensando. ¿Y porqué es relevante aquí que el marido sea argentino? ¿Era necesario mencionarlo? Creedme lo es. Siempre lo es. Pero aquí, más.

Me he enterado de las fotos del rey emérito con su querida Barbara Rey. No las he visto. Y no necesito hacerlo. No me indignan los besos, ni las fotos, ni que el rey fuera (o es) un putero. A estas alturas de la vida ya me he dado cuenta que en este país el más tonto hace relojes, que de cada 10 hombres con poder y acceso a dinero público, 9 son unos corruptos de manual y el que hace 10 esta profundamente enamorado de su mujer (que no es el caso de Juanca).

Lo que me indigna es que los periodistas españoles han estado callados durante años. Y parece que la tendencia sigue. Callados. Cobardes. Sumisos. ¿Y qué si la Constitución dice que no se puede hablar mal de la Monarquía? Está claro que está obsoleta y que ha llegado la hora de cambiarla o de saltarsela. 

Hemos llegado al punto que la indignación hacia la institución monárquica se ha convertido en indiferencia. Parece que estemos esperando que el tiempo haga su trabajo y que los Borbones, igual que pasó con Franco, caigan por su propio peso.

Dicen que el periodismo es el cuarto poder.  Visto lo visto,  los periodistas de este país deberían ser capaces de tomar las riendas del asunto. Y de una vez por todas, acabar con estos cuarenta años de abusos por parte de los Borbones. Deberían crear indignación. Pero yo solo veo un país sumido en la apatía y empeñado en defender lo indefendible.

Quizás deberíamos aprender un poco de los argentinos.  ¡Nunca pensé que diría eso! Pero después de pasar hora y media escuchando entre las risas del público, como el cómico Sebastián Wainraich se reía de sí mismo y de su país, hasta la humillación, me he dado cuenta de que a los argentinos les sobra ego para eso y más y que en España nos falta autoestima para reírnos de nuestras mierdas con la cabeza bien alta.

Parece que no queremos reconocer que nuestra relación con los Borbones ha sido y sigue siendo muy pero que muy tóxica y que merecemos algo mejor. ¡Nos han maltratado. !Y ya es hora de decir PROU!

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