Recomiendo un artículo interesante de Rafael Argullol publicado en El País bajo el título de ‘Provincianos y cosmopolitas’.
Argullol nos llama provincianos. Y con razón. Provincianos que acumulan en lugar de asimilar.
‘Asimilar’ es precisamente lo que define al verdadero cosmopolita y lo diferencia del provinciano global, que ni es ni quiere ser un ciudadano del mundo. Que ni se interesa , ni acepta ni se alimenta de las diferencias y hallazgos que va encontrando por el camino.
La reflexión de Argullol, que también aborda lo desinformados que estamos a pesar de tener a nuestro alcance “toda” la información, me ha abierto los ojos y la mente.
Hablaré de provincianismo para referirme a esa desafortunada contradicción del siglo XXI que los jóvenes, y también maduros, trotamundos de Lonely Planet pasean por los cinco continentes. La llevan en la mochila, entre la ropa interior y ese complejo de superioridad, sobre todo moral, con que imagino que deben observar cada nuevo y recóndito rincón de nombre impronunciable y al que logran acceder en burro. Esos lugares que no figuran ni en los mapas y que añadirán a su colección de países visitados que exigen visado, vacunas y agua embotellada. Y si todavía es posible, dónde nadie hable inglés.
Esta es la única explicación lógica que se me ocurre cuando oigo a personas (por ejemplo, en una conversación en el bus hace una semana) tan viajadas utilizar sin vergüenza términos como los que dan título a este escrito, con o sin ironía, pero demasiadas veces.