Si una cosa tienen en común españoles y catalanes es su apego a las costumbres y tradiciones colectivas. “Pequeño” detalle es su origen católico y vinculación con la Iglesia. Un detalle que la mayoría relativiza o incluso prefiere ignorar. Somos pocos los que lo rechazamos, detalle o no, con firmeza. Sin titubeos. Sin peros.
Comparten, ambos, españoles y catalanes, un respeto inmerecido, cercano a la devoción, por la cultura popular. Popular lo es. Y supersticiosa. Lo es la España profunda y la no tan profunda. Sin duda, España es diferente.
Me pregunto que es lo que impide a personas inteligentes y de ideología progresista observar las tradiciones vinculadas a lo católico con una mirada mucho más crítica que la que le han dedicado durante los últimos 40 años. Me pregunto si es el miedo, la fascinación por el espectáculo o la creencia infundada, irracional y a mi juicio, falsa, de que la tradición en si es un valor tan preciado que puede justificar e incluso recrear el sinsentido y la maldad de siglos y siglos de catolicismo.
Y me pregunto porqué somos, como sociedad, incapaces de ver en las procesiones y pasos y demás ritos de Semana Santa el reflejo de una España católica, miserable, ignorante y cruel. Esa España pretenciosa de modernidad, aunque anclada en el pasado, tan bien reflejada en el documental de Jacint Esteva Lejos de los árboles (1972).
Han pasado más de 40 años, vivimos en Democracia y los feligreses sólo llenan los templos en ocasiones especiales cuando, en un derroche de caridad cristiana, pueden hacer alarde de sus mejores galas. Sin embargo, nos empeñamos en perpetuar escenas de penitentes descalzos, ensangrentados, flagelándose. Perpetuar este circo es legitimar la política del miedo y la culpa practicada por la Iglesia sin tapujos hasta ayer.
La cosa es, señor Azaña, que a pesar de lo que dijo usted en 1931, España no ha dejado de ser católica. Ahora es católica e hipócrita.
Pero lo más absurdo y lamentable es que unos y otros, españoles y catalanes, coinciden en presumir de esa idiosincracia propia, tan intensa y tan “histórica”.
Spain is different and Catalunya too