Desde Nissaga de Poder no habíamos gozado en Catalunya de un guión y una crítica con tanto morbo y tanto giro inesperado como el que nos está brindando este verano el culebrón del ‘Prussés’. Ni con tantas mentiras y tantas versiones contradictorias.
Debe ser que con los años, la osadía, el descaro y el innegable sadismo de los guionistas y detractores de dicho ‘Prussés’ han ido evolucionando de forma directamente proporcional a la tolerancia, la madurez y el evidente masoquismo de sus espectadores. Es decir, que ahora unos y otros nos venden humo y nos venden motos y nosotros nos tragamos el humo y también las motos.
Con el vodevil de las urnas y de quien las pide y de quien las paga y de quien las vende y de quien la ‘caga’, nos hemos acostumbrado al humor absurdo y surrealista. La purga del Govern nos ha mostrado la cara menos amable y más estanilista de un presidente llamado KRLS. Todo ello acompañado de una catalanofobia preocupante.
Aunque nadie se podía esperar, a excepción de los de la CIA, la polémica más reciente surgida tras los atentados terroristas de Las Ramblas. Una tragicomedia con interpretación estelar del Rey, del Gobierno, de la caverna mediática (con sitio de honor para ‘El País’ y ‘El Periódico’) y del cuerpo de los Mossos. Todo un espectáculo protagonizado por las mentiras y traiciones, acompañadas de una catalanofobia galopante y con un cameo del tío de wikileaks.
Siendo éste un país de católicos, deberían ustedes saber que, según el octavo mandamiento, mentir y dar falso testimonio es pecar, es pecado.
Y pues con tanto teatro y tanto católico y tanto pecado, y tanta mentira, a mi me da por pensar. Y lo que pienso es que el ‘No mentirás’ ha perdido su esencia y que en Espaňistan se miente. Y muy bien. Y sin necesidad de redimirse luego en el confesionario. Y también pienso en cometer actos impuros…. En ese mandamiento venido a menos que ha abierto el camino…
Dicho esto, debo admitir que desde mi ateísmo, considero que mentir es moralmente inaceptable.
Elefant a la sala 