“Es una relación tóxica”. “Está mal de la cabeza”. “A mí que no me vengan con tonterías”. “Ya no tengo edad para esto”. “Eres el propietario de tu vida”. “No tienes porqué aguantarlo”. “Yo no quiero saber nada de gente complicada”.
Esto dicen los buenos humanos en el siglo 21 (al menos en esta parte del planeta) cuando sus amoríos sexuales les dan dolores de cabeza. Me cuesta ser una buena humana. O quizás soy demasiado humana para atreverme a juzgar tan contundentemente las debilidades ajenas.
Los buenos humanos son vehementes y condescendientes. Y muy poco comprensivos. No quieren ser lastimados y arriesgan poco o nada. Carecen de empatía y actúan bajo la premisa, y primer mandamiento del buen psicólogo, de “quiérete a ti mismo sobre todas las cositas”.
Los buenos humanos son tan jodidamente civilizados que convierten el sexo sin amor en un objetivo imperturbable. Ya no vale lo de a veces eres el amante y a veces eres el amado. El amor no tiene lugar entre los buenos humanos. Porque el amor confunde, y nos vuelve locos, impulsivos, nos hace complicados y nos incita a hacer tonterías.
Yo le doy la vuelta y digo: sé generoso contigo mismo, y con los demás, y acepta el hecho de que no ser un buen humano te convierte en un ser incomprendido, pero afortunado. Porque sentir es vivir.