¿Está mal hablar mal de los muertos? ¿O solamente está mal hablar mal de los muertos que al morir despiertan un sentimiento colectivo de compasión? En plan compasión nivel leyenda. Pues a mi no me sale no hablar mal de ciertos muertos simplemente por el hecho de que estén muertos. Por ejemplo, Pau Donés. Para mí está claro que la mediocridad de sus canciones no ha evolucionado hacia nada mejor una vez fallecido. Y, al parecer, el cáncer que le diagnosticaron y que acabó con su vida, tampoco mejoró sus habilidades con la pluma.
He leído con estupefacción los veinte mandamientos para ser feliz que el difunto letrista y cantante de Jarabe de Palo nos dejó como legado. Un hermoso intento de desvelar una de las grandes incógnitas filosóficas, si no la que más, que más viene (valga la redundancia) obsesionando al hombre civilizado desde hace muchísimos años.
Y no. No dejó escrito nada interesante. No pongo en duda que sus pensamientos y sus sentimientos no fueran (es decir, fueran) de una clarividencia y profundidad exquisitas. No lo sé. Simplemente, no lo sé. Sí que sé, esto sí, y probablemente debo agradecérselo a él, que no supo expresarlos en sus escritos. Y es que a veces se nace con talento, que al parecer no es el caso, pero nunca se vuelve uno más talentoso por el simple hecho de morir. Ni aunque se muera demasiado pronto. Ni aunque los testigos de esa muerte nos sintamos en la misma medida afortunados y culpables por el hecho de seguir vivos.